Dicen los expertos que el nuevo consumidor es un Adprosumer, es decir, que a la vez que consume, anuncia (recomienda) y produce (sus aportaciones pueden convertirse en productos).
Pero yo me pregunto, ¿están los consumidores actuales preparados para tener este papel? ¿Hay formación suficiente?¿Sabemos hasta dónde podemos exigir?
Mi experiencia en todo esto es que un porcentaje muy alto de las personas que se han convertido en usuarios de redes sociales y por tanto han descubierto el «poder» que estas les ponen al alcance, no saben gestionarlo.
Es decir, los consumidores armados de poder para cambiar las decisiones de una compañía están faltos de formación (y a veces de modales) para proponer mejoras. Es, a mi parecer, un efecto de una sociedad caprichosa que procede de una época en la que han podido gozar de todo tipo de comodidades y que, ahora que las cosas están apretadas, reclaman a las empresas lo que no pueden conseguir por sus medios propios (de los que carecen debido a la crisis). Hay un descontento generalizado que el consumidor aboca en las empresas porque consideran que éstas ganan dinero y por tanto tienen que estar a sus órdenes, por irrealizables que sean éstas.
Aportar de forma constructiva es siempre algo que una compañía va a agradecer. Una crítica va a ser un elemento clave para mejorar el desempeño. Una retahíla de solicitudes caprichosas enfocadas a satisfacer no-necesidades puntuales, solo genera problemas a la empresa receptora y a la vez, frustración al que solicitante que no va a recibir eso que pide (porque es imposible).
Es habitual en la gestión de redes sociales encontrarnos con una demanda, y con su contraria, incluso en el mismo hilo de comentarios. Los usuarios han perdido de vista la colectividad y pretenden que los servicios sean tan personalizados que se los demos exactamente a su medida, en la puerta de su casa, a la hora que le conviene… Exagerando (o quizás cualquier día de estos ya será la norma) un usuario de transporte público prácticamente pide que el metro pare en el portal de su casa justo a la hora en la que él sale por la puerta.
Personalizar los contenidos es algo maravilloso, que no solo disfruta la persona que recibe ese contenido personalizado, sino la empresa que los personaliza. Todos queremos clientes felices. Los beneficios son enormes para ambas partes, pero, ¿sabe nuestro consumidor lo que quiere? Es más ¿sabe qué límites existen para satisfacerle? ¿Sabe que no existen las varitas mágicas y entiende que la empresa sabe que para tener beneficios tiene que pensar en el consumidor? ¿Valora o conoce las dificultades de la gestión empresarial y el esfuerzo que para las empresas que aún no se han rendido ante la crisis representa dar todos y cada uno de los servicios?
¿Estamos ante un adprosumidor? ¿O ante un consumidor tirano?
Y lo más importante, ¿a qué esperan las leyes de educación y los programas formativos a generar asignaturas que enseñen a nuestros hijos (y a nosotros mismos) a movernos con respeto, sentido común y responsabilidad en la sociedad de consumo?